TRILCE ISLA LITERARIA

TRILCE ISLA LITERARIA

lunes, 23 de septiembre de 2013

A GRANDES MALES GRANDES REMEDIOS



Edurne se miró una última vez en el espejo antes de salir de casa. Lorenzo estaba esperándola en el rellano de la escalera con la puerta del ascensor abierta. Bajaron juntos hasta la calle, y con un beso se despidieron hasta la tarde donde regresarían a casa después del trabajo. El se dirigió al garaje para coger el automóvil que le llevaría hasta la oficina de seguros donde pasaría su jornada laboral. Ella prefería el metro. Total, la universidad donde trabajaba como profesora de idiomas, solamente estaba a cinco estaciones. En la boca de metro alguien ofrecía papeletas con propaganda, que Edurne cogió por inercia más que por interés. Cuando estuvo sentada, a falta de un libro reparó en la publicidad impresa en ese trozo de papel. <<Chamán africano Yampa>> Solucionamos cualquier problema de mal de ojo. Curamos depresiones, impotencias y un montón de cosas más, que Edurne no quiso seguir leyendo ya que lo que atrajo su atención fue precisamente esa palabra. <<Impotencia>>. Lorenzo hacía casi un año que padecía una disfunción eréctil transitoria debida al stress que no duraría demasiado, según el sexólogo, pero el problema se estaba alargando y su matrimonio comenzaba a resquebrajarse. Edurne no creía demasiado en esas cosas, pero sin saber muy bien por qué, decidió que iría a ver al chamán aunque solamente fuera por curiosidad. Al fin y al cabo no iba a perder nada y era el día perfecto para acercarse ya que al ser viernes solamente trabajaba media jornada. Después de la visita regresó a su casa con un frasco lleno de un aceite que le había costado cien euros y que debía de poner sobre la piel de su marido mientras masajeaba su cuerpo. Destapó el frasco y se lo puso en la nariz. Eso olía a aceite de coche… por lo menos, pero el chamán garantizaba al 100% su efectividad, así que esperó a que Lorenzo regresara. Este, por su parte en un intento de solucionar su problema había conseguido unas pastillas de “viagra “y aunque sabía de los efectos secundarios que conllevaba el medicamento estaba decidido a probar ese método. No le diría nada a Edurne por si acaso no funcionaba el invento. Durante la cena, Lorenzo se tomó una pastilla mientras Edurne llevaba los platos a la cocina. Cuando se acostaron, ella  propuso darle un masaje a lo que Lorenzo accedió ya que eso relajaría sus vertebras cansadas de todo un día frente al ordenador. Edurne vertió un generoso chorro de aceite sobre la espalda de su marido y comenzó a recorrer su espalda con las palmas de sus manos. —Eso huele fatal. —comentó el. —Es un aceite nuevo que me han recomendado en la farmacia y por lo visto es mano de santo. —respondió Edurne con convicción. —Pues con los ojos cerrados ese olor me recuerda al taller cuando llevo el coche a cambiar el aceite. —ella no hizo más comentarios y siguió friccionando la espalda de Lorenzo. Cuando se dio la vuelta la “viagra” había hecho su efecto y hicieron el amor frenéticamente hasta quedar extasiados. A la mañana siguiente, las sábanas estaban renegridas y efectivamente el dormitorio había adquirido el aroma del mejor de los talleres de automóviles, pero los dos decidieron guardar su secreto. Ella seguiría dándole masajes con el aceite milagroso y él se tomaría un par de pastillas al menos dos veces por semana. Unos meses más tarde su sexualidad había experimentado una notable mejoría. El chamán tenía una clienta asidua y la mercería del barrio se había asegurado la venta de dos juegos de sábanas semanales.

Luis Renedo De La Peña.

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