TRILCE ISLA LITERARIA

TRILCE ISLA LITERARIA

domingo, 15 de diciembre de 2013

El manuscrito Voynich, verdadera fortuna. "Auténtica estafa"

El relato con el que gané una comida con Matilde Asensi.



Antecedentes para entenderlo:

El relato tenía que estar basado en “La codificación del Manuscrito Voynich”.
    El manuscrito Voynich es un libro anónimo escrito en torno al año 1570, aunque también se atribuye a Roger Bacon y entonces sería de 1214-1294. Su característica principal es que está escrito en un lenguaje desconocido o cifrado que todavía hoy no se ha podido descifrar.
    También se piensa que puede tratarse de una estafa ideada por el propio Voynich quien elaboraría el documento apoyado por sus conocimientos de librero y anticuario y trataría de hacerlo pasar por un manuscrito perdido de Roger Bacon que podría venderse por una auténtica fortuna.
    Y otra posibilidad, la que a mí más me gusta pero igual de improbable que las demás, es que el matemático y astrólogo Jhon Dee con algún ayudante más, lo ideara para sacar los cuartos a Rodolfo II de Bohemia.
    En cualquier caso lo cierto es que Voynich comenzó a interesarse por los libros y manuscritos antiguos: prosperó muy rápidamente en un negocio en el cual era un profano, ignorándose la procedencia de sus recursos económicos iniciales y estableció un importante comercio de libros raros al cual acudían muchos coleccionistas para conseguir textos descatalogados, raros, incunables o imposibles de encontrar.
    En 1912 halló en la biblioteca del colegio jesuita de Villa Mondragone, Italia, el manuscrito que hoy lleva su nombre y que compró a bajo precio junto con otros manuscritos y libros antiguos (parece ser que la orden necesitaba desesperadamente el dinero para arreglar el colegio); intentó descifrar su contenido remitiendo copias del mismo a diversos expertos, aunque sin resultado alguno.
    En noviembre de 1914, a punto de comenzar la guerra, embarcó en el célebre trasatlántico Lusitania —hundido al ser torpedeado por un submarino posteriormente, durante la contienda— y se trasladó a Nueva York con su colección de libros y su negocio de librero especializado en textos raros.
    Para escribir mi relato me he basado en mi opinión particular de que jamás se podrá descifrar el manuscrito de forma satisfactoria para todas las opiniones y con unanimidad de los expertos y de que constituye un engaño. Las extrañas características del texto del manuscrito y el contenido sospechoso de sus ilustraciones (tales como las plantas quiméricas) conducen a muchos expertos, y a un profano que soy yo, a pensar que el manuscrito es en realidad un engaño.
    En 2003 el especialista en computación doctor Gordon Rugg mostró que se podía reproducir texto con características similares a las del que contiene el manuscrito, mediante el uso de una tabla con prefijos, raíces y sufijos, que habrían sido seleccionados y combinados por medio de una plantilla de papel perforado. Este mecanismo, conocido como Rejilla de Cardano, se inventó hacia 1550 como herramienta criptográfica.
En el texto que presenté al concurso mencioné la rejilla de Cardano, a Ethel, esposa de Wilfrid M. Voynich quien al parecer lo vendió a la Biblioteca Beinecke de libros y manuscritos antiguos de la Universidad de Yale, donde se halla en la actualidad y además, y esto es deformación titánica, lo sitúo en el Titanic en vez de en el Lusitania. Wilfrid nunca estuvo en el Titanic pero sí en el Lusitania cuyo naufragio constituyó una tragedia de mayor dimensión que la del Titanic, aunque como Cameron todavía no le ha hecho uina película, casi nadie lo sabe.
    En 2009, investigaciones de la Universidad de Arizona demostraron, mediante la prueba del carbono 14, y con una fiabilidad del 95%, que el pergamino del manuscrito podía datarse entre 1404 y 1438. Por otra parte, en otro estudio posterior se demostró que la tinta fue aplicada en torno a esas fechas, confirmando así que el manuscrito es un auténtico documento medieval y eliminando la posibilidad de que fuera el propio Voynich el autor.
    A mi modo de verlo (aunque insisto, solamente soy un aficionado inexperto) un documento medieval sí es, pero una auténtica estafa (tal vez un herbario o un texto de recetas) que puede costar una verdadera fortuna, afortunadamente no creo que nadie jamás pueda descifrarlo.
    Pasamos al relato, el texto lo inicia Matilde Asensi de este modo:

“No podrán. Nadie podrá nunca.”, me dije observando el manuscrito. Por fin lo había terminado. Yo era la última persona viva que entendía aquellas ocultas palabras que encerraban el conocimiento secreto. Ahora, sólo quedaba esperar.
   
    Y a partir de aquí 150 palabras mias para terminar lo que Matilde inició.


Esperar a que los lobos aullaran en mi puerta o los buitres detectaran a su presa.
    Sin embargo, no fueron hambrientos carroñeros sino un oficial del Titanic quien golpeó la puerta del camarote con urgente reiteración.
    - Señor Voynich nos hundimos, salga rápido a cubierta con su esposa, no hay botes salvavidas para todos los pasajeros.
    Corrimos desesperados, aferrando la vida, cobijando el escrito contra mi pecho. Las damas tienen preferencia para abandonar el barco, Ethel, mi esposa, fue designada para salvarlo, el documento cambió de pecho.
    Tuvimos suerte, cada uno por nuestros medios sobrevivimos al naufragio. La tragedia incrementó la leyenda convirtiendo al libro en la piedra filosofal de nigromantes, coleccionistas y criptógrafos.
    Aguardo tranquilo en mi trastienda la aparición de algún excéntrico millonario, desconocedor de la rejilla de Cardano y quiera pagar, por un manuscrito medieval cuyo contenido constituye una estrepitosa estafa, una auténtica fortuna.
    Afortunadamente, nunca, nadie, podrá descifrarlo.


Una pena que solo fueran 150 palabras, el tema daba para muchas páginas, quizá, y esto es una amenaza, un día haga de este texto una novela.


Ángel Utrillas

martes, 10 de diciembre de 2013

HIPNOSIS,- (Tan real como la vida misma)



Deberían darme dos medallas. Una por gilipollas y otra por si acaso se me pierde. Parece mentira, que con mi edad aún me deje engañar con falsas promesas. Eran poco más de las siete de la mañana. Después del café, encendí mi primer cigarrillo como cada día, mientras iba camino de mi trabajo. Un cartel en un coche llamó mi atención aunque pasé de largo. Al llegar a la esquina, antes de dejar esa calle, me  pregunté: ¿y si fuera cierto? Así que volví sobre mis pasos y apunté el teléfono. A media mañana, marqué el numero en cuestión y al otro lado me atendió una voz bastante sugerente. —Hola, buenos días, centro………..le atiende la señorita……—Buenos  días. —Contesté yo. —Verá. —Comencé diciendo. —He visto su publicidad en la ventanilla trasera de un coche aparcado y garantizan el tratamiento en un 98% lo que ha llamado mi atención ya que eso es mucho garantizar y tratándose de lo que se trata, pues quizá me pudiera interesar. —A ver, le comento. —Me respondió ella. —Este tratamiento, es bastante efectivo. De las personas que yo conozco que lo han probado, en todos los casos ha resultado positivo. No obstante si quiere, puedo pasarle con la persona que le impartiría dicho tratamiento, ya que seguramente pueda informarle con más precisión. —Se lo agradecería señorita. —Una voz masculina, bastante grave sonó al otro lado del teléfono. —Buenos días. Me comenta mi secretaria que quería información sobre esta técnica que estamos impartiendo.—Después de casi media hora tratando de convencerme de los efectos beneficiosos de este nuevo tratamiento, me emplaza para una cita informal antes de tomar ninguna decisión. Quedamos una mañana y entre cañas de cerveza, me convence para que iniciemos la primera y única sesión de la que consta este tratamiento.  Me dice que me dará las herramientas necesarias para acabar con mi problema. El martes, a la hora convenida estoy puntualmente en la puerta de la consulta. No sé qué herramientas me dará, pero por si acaso me he llevado el coche ya que con el calor que hace cualquiera carga con algo. Nada más entrar, me pasa a una habitación donde hay un monitor de video, un par de sillas plegables de esas que se utilizan en los cines de verano y un diván de los del “Ikea”. Me pone un video que ya he visto cientos de veces en internet y me obliga a verlo en esas incomodas sillas. A los diez minutos, apenas puedo aguantarlas. A continuación me acomoda en un sillón y después de poner una música relajante, me dice que cierre los ojos y comienza a hablarme. —Te pesan los párpados. Cada segundo que pasa hace que te relajes y se acentúa la sensación de sueño. Tu cuerpo es, más y más pesado. Piensa en la primera vez que encendiste un cigarrillo. —Vamos a ver. Como voy a acordarme del primer cigarrillo si hace más de treinta años que fumo. —Ahora, estas subiendo unas escaleras y te detienes en el rellano. Contaremos del diez al uno, muy lentamente. Junta tu dedo pulgar, con el índice y el corazón. Apriétalos fuertemente. Cada vez que tengas ganas de encender un cigarrillo deberás apretar estos dedos, mientras piensas, que no te apetece fumar. Cuando veas cualquier cosa que tenga el color rojo, convéncete de que eres un no fumador y tus ganas de encender un cigarrillo desaparecerán. Te encuentras muy relajado. Cada vez tienes más sueño y tu cuerpo está sintiendo un estado de relax profundo. Después de cuarenta y cinco minutos de estar repitiéndome que estaba relajado, por fin, comenzó a hacer una regresión, de no sé donde, pues no me había movido de allí en ningún momento. —Ahora, contaremos del cinco al uno y te despertaras. ¿Despertarme? ¡Pero si no me he dormido ni un solo segundo! Cinco, cuatro, tres, dos, uno. Abrí los ojos y lo primero que escuché fue; Ya eres un no fumador. — ¡Qué bien!—pensé. Después de tantos años dependiendo del cigarrillo, una sola sesión de hipnosis había acabado por completo con mi adicción. Una vez pagada la factura de “tan solo 120 Euros”, Salí a la calle y lo primero que me vino a la mente fue encender un cigarro. Así que decidí utilizar las “herramientas” que según el “terapeuta” habían quedado en mi cerebro grabadas. Apreté los dedos tal y como me había enseñado y comencé a buscar cosas de color rojo mientras me repetía una y otra vez que ya no era un fumador. Encontrar cosas de ese color no fue difícil. Un coche, la ropa de la gente, un cartel, pero mi ansiedad no cesaba. Al final, después de apenas un par de horas, no pude aguantar más y comencé de nuevo a fumar. Me sentía ridículo y cabreado casi a partes iguales. Haber pagado para al final tener que utilizar la fuerza de voluntad, hacía que me sintiera patético. Estaba claro que a parte del dolor de dedos que tuve durante más de una semana, llegué a obsesionarme con el color rojo y lo peor de todo era que me habían robado con mi consentimiento. Además el nombre del tipo se las traía. (Oliverio Satisfecho).Después de cobrar ese dineral no me extraña que se quede satisfecho. Ahora han sacado esos cigarrillos electrónicos cargados de nicotina que prometen ser el remedio al tabaquismo. Pedro, un buen amigo mío, se lo ha comprado y cada dos cigarros se pone en la boca el electrónico, aunque sigue fumando lo mismo. Creo que cuesta unos cuarenta euros, que visto lo visto no estoy dispuesto a pagar. Al final la conclusión que saco de todo esto, es que lo único que hace desaparecer el hábito del tabaco es la fuerza de voluntad. Sin duda, sigo convencido de que merezco esas dos medallas.
Luis Renedo de la Peña

jueves, 5 de diciembre de 2013

MIGUEL HERNÁNDEZ



El 30 de Octubre de 2013 se conmemoró el 103 aniversario del nacimiento del poeta del pueblo.
La Biblioteca Municipal acogió el homenaje a quien, a base de risas y llantos, se ha hecho un hueco imprescindible en el corazón de muchos de nosotros, ya que su sensibilidad excepcional ha traspasado la frontera del tiempo y el espacio.
Vivió en propia piel el contenido de sus poemas, forjando la Guerra Civil su carácter y su alma helada de tanto dolor.
Los horrores que soportó, la distancia de su familia y el hambre, hicieron de él un baluarte para el pueblo que sufría en las trincheras.
Acompañó con sus letras la desolación, la incomprensión de la lucha y el enfrentamiento entre personas por motivos injustificados.
En la cárcel creó escritos de gran valor humano y en ella dijo adiós, a un mundo que se le antojó agridulce en múltiples ocasiones.
Su legado impregna la sala de la biblioteca con dos poemas inéditos, leídos con gran maestría y acierto.
El eco de su forma de ser, su humildad, su entereza y su desacuerdo con las normas, toma forma en cada uno de los escritos con los que tenemos la suerte de deleitarnos en esta tarde otoñal.
¡Gracias Miguel  por regalarnos un rato tan especial!

Mamen Manzano