Vicente Vázquez Méndez nació en Madrid hace ya muchos años…
El primer tercio de su vida vive y estudia en San Sebastián
de los Reyes y Alcobendas, posteriormente se traslada al céntrico barrio de
Chamberí y continúa estudiando en el emblemático I.B. Ramiro de Maeztu. Ese
segundo tercio de su existencia es definido por su propia boca como la etapa
que le definió como persona y la que despertó su inquietud por la literatura.
Desde hace ya diez años vive en Valdemoro y hace dos, forma
parte del Colectivo de Autores Locales de Valdemoro. Es miembro fundador de la
Asociación Trilce Isla Literaria que centra sus esfuerzos en el apoyo y fomento
de las letras.
A raíz de una extraña carta encontrada en un pueblo
abandonado de la provincia de Toledo se involucra en la creación de su primera
novela “Arcanos de piedra”. Una obra de misterio e intrigas históricas que ve
la luz en el año 2011 y por la que atiende a numerosas entrevistas en medios de
comunicación y recibe una gran acogida entre los lectores.
En el año 2012 publica Legado de Dios, el cariño y la magia
que las tierras gallegas le transmiten se plasman en esta obra repleta de
misterio, thriller policial e intriga histórica, llevando al lector a la
continua sorpresa, que es para él una de las premisas a la hora de escribir.
Actualmente trabaja en la tercera novela, actividad que
compagina con sus primeros pinitos en el género del relato corto y el cuento
infantil y adulto. Obras que tendremos la oportunidad de conocer en los
próximos meses.
El inicio de uno de esos cuentos y que lleva el título de
“Alba y el país de los sueños”, es el que a continuación pueden disfrutar….
* * *
— ¿Por qué tienes tantos libros,
papá?
—Porque me gusta leer.
— ¿Y qué quieres leer?
—El camino para poder saber.
— ¿Y qué quieres saber?
—Cómo ser libre, hija mía.
La niña escrutó al hombre con sus
ojos color avellana.
— ¿Y para qué quieres ser libre?
—La libertad es el bien más
preciado para poder viajar y lanzarse a la búsqueda del conocimiento.
— ¿Y cómo lo encontrarás, papi?
—Regresando a los libros, cariño.
La pequeña bajó la mirada al
suelo y sin mediar palabra levantó su ligero cuerpo para perderse en la otra
habitación. Pasados unos minutos, regresó junto a su padre y, sentándose junto
a él, abrió por la mitad un cuento que portaba entre las manos.
—Papá, ¿me ayudas a buscar? —Y
sujetando las viejas pastas del libro comenzó a mirarlo con extrañeza.
El padre, lleno de gozo, empezó a
leérselo una vez más.
Cuando llevaba un poco más de
medio cuento se percató de que su hija respiraba acompasadamente, cerró el
libro y después de dejarlo sobre la mesa la llevó en brazos hasta su cama, la
tapó con cuidado y tras darle un beso en la frente le deseó dulces sueños.
Aquella misma noche y cuando la
oscuridad era completa una luz cegadora apareció en el centro de la habitación.
Nadie se dio cuenta porque esa luz tan intensa habitaba dentro de la cabecita
de la niña, pero era tan penetrante que la pobre niña se despertó asustada y
con la respiración agitada.
Lo primero que hizo fue mirar a
su alrededor y al comprobar que aún se encontraba en su habitación recogió su
viejo conejo de peluche y lo apretó con fuerza al mismo tiempo que cerraba los
ojos.
—No te asustes pequeña —Le dijo
con dulzura una voz que provenía desde una de las paredes de la habitación.
La pequeña abrió unos milímetros
sus párpados, sin duda contagiada por la armoniosa voz. Y delante de ella,
ocupando la mitad del paño rosa de una
de las paredes, una niña un poco más mayor que ella le sonreía con cariño.