Entre la
viscosidad del lodo que se amontonaba en el centro de la plaza producido tanto por las eternas lluvias como
por las inmundicias, orines y deshechos que se vertían desde las ventanas de
confortables posadas y casas; aún se
podía encontrar algún vestigio de vida. Ya hacía varias horas que las sombras
cubrían el pequeño pueblo medieval aunque bien podríamos estar hablando de una
villa anterior como de una gran ciudad moderna en pleno Siglo XXI.
A pesar de la
bajeza del lugar dos pares de ojos vacios de vida rebuscaban entre el cieno
algo que llevarse a sus bocas. De repente unos pasos repiquetearon en el empedrado romano y dos distinguidos
caballeros se acercaron a la plaza entonando gráciles tonadillas abrazados para
no caerse.
— Una limosna
señores para dar de comer a mi hija —Las palabras quebradas se las llevó el
viento mientras los ilustres las bordeaban para ni siquiera acercarse a ellas.
— ¿Ya tenemos
comida? —Gritó la pobre niña con la esperanza inagotable de la niñez.
La madre, con los ojos llorosos la abrazó
tiernamente —Ya pronto niña, ya pronto.
Pasaron las
horas y la noche cerrada cayó sobre sus almas y pasaron dos y pasaron tres y
así, uno tras otro, los felices caballeros se recogieron en sus casas sin atenderlas ni tener misericordia de las mujeres.
Con las primeras
luces del alba un mendigo que rebuscaba unos metros más abajo se acercó a madre
e hija y les tendió un mendrugo de pan, única cosecha que aquella noche le
había traído.
—La madre fuera
de sí se acercó a su hija —¡Ya ha llegado, toma el pan hija mía!
Pero la niña,
fría y blanquecina, no pudo contestar porque aquella noche había cerrado para
siempre sus pequeños párpados mientras a unos metros de ella veía pasar sin
detenerse la parte más oscura del ser humano.
Tan triste y tan real...
ResponderEliminar!Precioso!
Me gusta muchísimo.
ResponderEliminarA mi también me gusta, Vicente, además de estar de actualidad ese tono inmisericorde en algunos (solo en algunos, casualmente en los más pudientes) estamentos de la suciedad en la cual nos ha tocado vivir.
ResponderEliminarComo bien dices,podria pasar en pleno siglo XXI y de hecho pasa. Si no,que se lo digan a todas esas personas, que tienen que rebuscar ese trozo de pan del que hablas, en los contenedores de basura. Un relato bonito y tristemente real.
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