TRILCE ISLA LITERARIA

TRILCE ISLA LITERARIA

martes, 19 de noviembre de 2013

El Castillo del Águila




Mi próxima novela (que se publicará a finales de marzo del 2014) se titula “El castillo del Águila”.
Dicho castillo puede verse en la fotografía, esta situado en Gaucin, municipio de la provincia de Málaga, situado en el Valle del Genal en plena Serrania de Ronda.
A parte de su indudable belleza, este paraje tiene como característica que en él murió Guzmán el Bueno.
La novela gira en torno a la vida de Guzmán el Bueno, sin embargo empieza en otro sitio, en otro lugar y empieza con un acontecimiento ligeramente cómico.
Pongo el inicio para aquellos que tengan curiosidad y podréis comprobar que tiene relación directa con una de mis novelas anteriores... El último secreto del Titanic.



PRÓLOGO: Ninjas y samuráis




Había llovido y la ciudad pugnaba por dormirse entre la humedad y el frío.
         Había llovido y la noche había sucedido a la lluvia, las calles cercanas al museo estaban desiertas, hacía algún tiempo ya que la actividad había cesado en la Ciudad de las Artes y las Ciencias y poco o nada parecía dispuesto a acontecer, al menos, hasta el nuevo amanecer.
         Y sin embargo, como las apariencias no son sinceras casi nunca, un vehículo se acercó por las calles prohibidas y oscuras hacia el edificio cuyo perfil simulaba el esqueleto de un dinosaurio y que albergaba la exposición temporal más visitada del año, Titanic the Exhibition.        
         Avanzaba despacio el citado vehículo y estacionó en la esquina más cercana a los tres pisos del museo permaneciendo oculto en la oscuridad y parapetándose con la protección del edificio anexo. Un minuto después de su detención, alguien en su interior apagó las luces pero mantuvo el contacto encendido. Entonces, dos siluetas negras e inquietantes se apearon saliendo con sigilo de la parte trasera, el conductor permaneció dentro y desde el vehículo vio a sus dos compañeros perderse en la negra noche, difuminados sus trajes de ceñido neopreno en la niebla nocturna. Si hubieran llevado a su espalda catanas en lugar de pequeñas mochilas hubieran pasado por guerreros ninjas, de este otro modo y, completado su disfraz con unos oscuros pasamontañas, evidenciaban su condición de delincuentes.
         Las sombras sigilosas superaron con agilidad el obstáculo de la verja, dentro ya del recinto del museo atravesaron una zona ajardinada y llegaron al baluarte del esqueleto del dinosaurio, allí, agazapados aguardaron treinta segundos exactos.
         - El equipo está en posición-, informó el que permanecía dentro del vehículo a través del radiotransmisor para después ordenar-, desactiven el sistema de seguridad.
         - Desactivado,- fue la escueta respuesta que escupió el aparato.
         En ese mismo momento una pequeña interferencia se percibió en los monitores de seguridad, apenas una ligera oscilación en la pantalla y la imagen que comenzaron a emitir las cámaras fue una secuencia previamente grabada de las salas y pasillos del museo vacío, en la que nada extraño se veía, pero que no era la realidad de lo que sucedía en ese instante preciso. El vigilante del centro de control del museo, que permanecía sentado frente a las cámaras, percibió la interferencia y supo a qué se debía la leve anomalía, el circuito cerrado de televisión había sido manipulado, saboteado, anulado, y también la totalidad de las alarmas del edificio que custodiaba, con toda probabilidad se iba a cometer un robo, sin embargo él no movió un músculo, no podía, no se atrevía ni a parpadear.
         Los dos guerreros ninjas intrusos, transcurrido el tiempo de seguridad previsto, extrajeron de sus mochilas el instrumental preciso para forzar la puerta de acceso. Les resultó demasiado sencillo introducirse en el recinto, aquella entrada no estaba correctamente clausurada.
         - ¡Qué extraño!, no estaba cerrada por completo- dijo sorprendido uno de ellos.
         - Mejor, así tenemos más tiempo y menos trabajo, ¡vamos!
         Cruzaron el vestíbulo a toda prisa, atravesaron como dos sombras fugaces varios pasillos procurando permanecer muy cerca del abrigo de las paredes y, en poco tiempo llegaron al lugar elegido de la exposición de objetos relacionados con el Titanic, por su forma de desenvolverse era evidente que conocían el lugar como la palma de su mano. Una vez en la sala abrieron de nuevo sus mochilas, diversas herramientas necesarias para abrir o romper una urna protectora fueron magistralmente preparadas y una potente linterna iluminó todo el habitáculo. Bajo el halo de esa luz se acercaron a la pieza previamente seleccionada y entonces, surgió la sorpresa.
         - ¡Esta vacía, el puñal no está aquí!, ¿estás seguro de que esta es la sala apropiada y la urna correcta?
         - ¡Claro que estoy seguro! He estudiado la misión a conciencia y he visitado este lugar docenas de veces, ¿no ves el molde? El puñal estaba ahí.
         - Entonces ¿qué demonios ocurre?
         - Que hemos fracasado, se nos han adelantado. De algún modo han conocido nuestro plan, nos han descubierto y han ocultado el puñal. ¡Vámonos, deprisa, salgamos de aquí, estamos en peligro!
         Salieron por el mismo camino y con la misma rapidez con la que habían entrado.
         - El equipo está de regreso- dijo el conductor del vehículo cuando vio que sus dos compañeros se acercaban, encendió las luces y aceleró ligeramente el motor del coche justo antes de añadir-, conectad de nuevo el sistema de seguridad.
         Otra pequeña oscilación, similar a la anterior, se produjo en las imágenes de las cámaras, la grabación fue cancelada y las imágenes reales volvieron a ser emitidas. El vigilante percibió otra vez el cambio y de nuevo continuó con su absoluta quietud. Empezaba a sudar profusamente, hacía ya tiempo que las cuerdas que sujetaban sus muñecas a la espalda y le mantenían aferrado a la silla, le arañaban la piel, laceraban sus músculos y mermaban la circulación sanguínea en sus manos. El pegamento de la mordaza que le impedía siquiera abrir la boca también dolía y, su olor profundo, desagradable, pestilente, le estaba mareando.
A su espalda, tres sombras oscuras que permanecían silentes y de pie, empezaron a moverse, su aspecto era muy parecido al de los dos ladrones ninjas que acababan de abandonar el museo a toda prisa, la diferencia era que sus ropas en lugar de ser de neopreno y por ello muy ceñidas, eran de tela y muy amplias, en vez de soldados ninjas parecían guerreros samuráis. Recogieron un equipo informático que había procesado y emitido sin sabotaje ni manipulación externa las imágenes reales del circuito cerrado de televisión del servicio de seguridad del museo, mediante aquel dispositivo informático habían seguido, en tiempo real, la evolución del atraco frustrado además de todos los movimientos de los dos presuntos delincuentes ahora huidos.
Hacía ya casi dos horas que aquellos otros tres intrusos habían sorprendido al único vigilante nocturno de la exposición Titanic The Exhibition, se habían apoderado de la sala de control de seguridad y habían robado un puñal de una de las urnas. El pobre trabajador que estaba de servicio aquella noche aciaga permanecía atado, amordazado y asustado, viendo perplejo y sin pestañear lo que acontecía y temiéndose lo peor en cuanto a su integridad física.
         Una mano enguantada y no obstante fría se posó en su hombro derecho, al mismo tiempo que sucedía el contacto, una voz que había escuchado en una sola ocasión hacía ya un par de horas, pronunció unas palabras.
         - Todo ha terminado. Nos marchamos. No temas, dentro de una hora llamaremos a la policía y les diremos que se ha producido un incidente en el museo y que acudan a liberarte. Dejaremos la puerta principal entreabierta para que no les resulte complicado acceder al edificio.- El hombrecillo, rechoncho dentro de su traje negro, se situó delante del vigilante para que pudiera ver un objeto que portaba. Era un aparatoso cuchillo con tres filos.
         - Nos llevamos este puñal, comunica a tus superiores que este acto no es un vulgar robo, este objeto es nuestro, nos pertenece y nos lo llevamos no para lucrarnos con él, sino para proceder a su correcta protección y custodia.
         Los tres samuráis salieron de la sala de control, una vez en el quicio de la puerta el que había hablado, que era el más grueso, también el de mayor edad y el que presentaba un aspecto más ridículo y estrafalario, se volvió y añadió:
         - Y feliz navidad, lamento profundamente haberle dado este disgusto en la noche de nochebuena pero créame, era absolutamente necesario, ya lo ha visto, esos dos individuos eran sin duda miembros de la Orden del Templo de Vulcano, si no hubiéramos llegado antes que ellos hubieran robado el cuchillo y ahora la joya estaría en poder del Gran Maestre de la secta, eso supondría una terrible tragedia, significaría el comienzo de los ritos de sangre, por el momento los hemos impedido.
         El vigilante no había entendido nada de lo que dijo el hombrecillo, sin embargo suspiró ligeramente aliviado cuando vio a través de las cámaras que los tres samuráis abandonaban el museo. Estaba vivo, no le habían causado daño alguno y si el provecto ladrón no le había mentido, en un par de horas sería liberado por la policía. Suspiró con fuerza y comenzó a pensar en qué diría a los agentes a su llegada y sobre todo qué excusa pondría a sus superiores. ¡Vaya forma de celebrar la nochebuena, dejándose robar, por dos veces, el mismo objeto!
- Ya tenemos el puñal Guillermo- dijo uno de los samuráis mientras empezaba a cambiarse de ropa en la parte trasera de la furgoneta- ahora dónde debemos llevarlo.
         - De eso me ocupo yo, vosotros ya habéis cumplido, es mejor que no sepáis más de este asunto, llevadme hasta donde está aparcado mi coche y desapareced.
         En las afueras de la ciudad de Valencia el ladrón de mayor edad se apeó del monovolumen, miró por encima de sus hombros a uno y otro lado alternativamente y se dirigió, llevando con mimo un paquete conteniendo el botín, a un pequeño vehículo que había alquilado esa misma mañana. Cuando sus compañeros de fechoría desaparecieron abrió un sobre que tenía en el bolsillo derecho del pantalón, extrajo un folio doblado del interior y leyó el contenido de un mensaje. En el papel arrugado solamente unas escuetas palabras configuraban las instrucciones: Un nombre, Mosén Ángel; debajo del nombre una dirección, Iglesia de la Merced de Teruel.
         Subió al vehículo y enfiló la N-234, dirección Teruel.
         - Iglesia de la Merced... Mosén Ángel- canturreó varias veces conduciendo a toda velocidad.
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario