Me despierto todas las
noches a la misma hora imaginando estar donde no estoy, pero la tenue luz que
alcanza mi habitación me devuelve a la cruda realidad. A mi izquierda hay un
pequeño lavabo blanco, frente a mí una puerta también blanca, toda mi vida es
del mismo color neutro y anodino, intento moverme pero una fuerza inexplicable
que sujeta mi cuerpo me lo impide. Menos mal que Fred está conmigo, siempre lo
ha estado, el es mi compañero, mi amigo, mi aliado.
Recuerdo cuando
lo conocí, no tendría más de 12 años, se presentó ante mí de repente y me
aseguró que nunca me abandonaría. Es gracioso cuando echo la vista atrás y
pienso las aventuras que hemos compartido, él siempre vestido con esas mismas
ropas tan estrafalarias, con su buen humor característico, por él no pasa el
tiempo, está tan joven como la primera vez. Pero los chicos se reían de
nosotros, solían burlarse de mí haciéndome creer que Fred no existía, que era
un producto de mi imaginación, pero no podía ser cierto, ¿cómo era posible, si yo lo
veía con mis propios ojos y hablaba con el a cada rato? No pude soportarlo por
más tiempo y le prometí a Fred que los mataría, que el colegio se estremecería
con el sonido del trueno, y lo hice, no me arrepiento. No cometí ningún delito,
desde siempre me han inculcado que mantener la palabra dada es lo más
importante, y ahora me encierran precisamente por cumplir la promesa que le
hice a mi amigo, al mejor, al único que he tenido. Es incomprensible, no quiero
seguir así, pero Fred me ha prometido que acabará para siempre con mi
sufrimiento, tiene un plan, y yo confío en el.
J. F. ESCUDERO
Enhorabuena por este trabajo, gracias por la cultura que compartís con los Valdemoreños. Un saludo. Elena
ResponderEliminar