TRILCE ISLA LITERARIA

TRILCE ISLA LITERARIA

jueves, 31 de octubre de 2013

Aprendiz de las letras



El frío, metiéndose en mis huesos, fue lo que me despertó. Sabía que me encontraba en el sótano del edificio bibliotecario de la ciudad. Había bajado en busca de uno de esos libros casi olvidados, seguro de encontrar en sus páginas una literatura interesante, diferente y desconocida. Si había algo que deseaba con todas mis ganas era convertirme en escritor y la biblioteca era un lugar de visita obligada casi a diario. Todo estaba a oscuras y en silencio. Seguramente, el cansancio había hecho que me durmiera y estaba encerrado sin posibilidad de salir, hasta las ocho de la mañana. Sin un teléfono, no podía avisar a nadie así que me lo tendría que tomar con calma. Subí las escaleras hasta la planta central. Despacio, tanteando las paredes en plena oscuridad para no tropezarme. Una vez allí, el haz de luz que desprendían  las farolas del paseo, se filtraba por las ventanas, proporcionando una visión aceptable. Me recosté en uno de los varios sillones de polipiel con la intención de conciliar el sueño. No habían pasado unos minutos, cuando unas voces que provenían del auditorio suscitaron mi curiosidad. 
Me acerqué despacio, dando pasos cortos hasta acercarme a la puerta. Intenté saber que se tramaba allí dentro, poniendo mi oreja lo más pegada que pude. Solamente escuchaba ruidos, palabras ininteligibles de lo que parecían varias conversaciones a la vez. Al fin decidí saber que o quienes se encontraban tras esa puerta, y una vez abierta, me quedé fascinado. En la sala, varios grupos de personas, conversaban mientras tomaban una copa de vino. Todos eran escritores. Pude reconocer a Jorge Luis Borges, Vladimir Nabokob, Emile Zola y Leo tostoí que mantenían diferentes puntos de vista literarios. Camilo José Cela, Junto a José Saramago y Azorín, formaban otro de los grupos. Cela, al advertir mi presencia me invitó a pasar preguntándome qué libros tenía escritos, pues no le resultaba conocido como un galardonado con el premio Nobel, o con un Cervantes cuanto menos. —No soy aún escritor. —respondí. —Es que me he quedado dormido y no tengo otro remedio que pasar aquí la noche. —Pues tenga usted presente joven, que “no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo” A continuación, soltó una sonora carcajada que corearon sus dos acompañantes casi obligados, por no desairar al académico de las letras. Me quedé un tanto desconcertado y Francisco Umbral que había escuchado el comentario, recriminó a Camilo su ordinario vocabulario para conmigo. —Me parece Don Francisco que nadie le ha dado vela en este entierro. —contestó algo molesto. —Además usted no es un premio Nobel, así que como supongo que ha venido a hablar de su libro dedíquese a eso y a sus crónicas periodísticas. —esto último no iba carente de tintes algo ofensivos. Francisco Umbral lejos de molestarse ajustó la bufanda blanca a su cuello y alzó su grave voz para que se escuchara claro lo que iba a decir. Mire usted Nobel ordinario. —respondió muy seguro de sí. ¡Qué sabrán los asnos sobre periodismo! “El periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al gobierno inquieto” 
Visto el cariz que esa conversación estaba adquiriendo, Azorín más mediador intentó poner un poco de orden. —Señores por favor. Que va a pensar nuestro invitado y futuro escritor de todos nosotros, conocidos y respetados literatos. Propongo que cada uno de ustedes aporte algún consejo que pueda ser de utilidad a esta joven promesa de las letras y que se lleve una buena impresión de todos los que estamos hoy presentes. –las Palabras de Azorín fueron muy aplaudidas y fue el primero en regalarme una de sus frases. Ten presente una cosa. —me dijo. —“Sin los escritores, aún los actos más laudables son de un día” José Saramago por su parte me comentó “Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz no sería escritor” “Solo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes”. Miguel Delibes contribuyó diciéndome “Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes cuando lo escribió aún no lo había leído” Incluso Julio Verne me hablo de lo importante que es soñar y me regaló dos de sus frases. “Todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad”  “A partir de ahora no viajaré más que en sueños”. Una vez hube dado las gracias por tanta sabiduría, cerré la puerta y me volví al sillón donde me atrapó el sueño.
A la mañana siguiente, un policía me despertó. Me habían estado buscando durante toda la noche ya que mis padres se alarmaron cuando no regresé a casa. Tenía la sensación de haber vivido un bonito sueño y quizá lo fue, pero en mi cabeza tenía muchas cosas que seguro harían de mi un buen escritor. Me sentía feliz por haber podido compartir un sueño o una realidad con los más grandes autores literarios.

Luis Renedo de la Peña.

1 comentario:

  1. Un relato interesante y original. Me ha gustado, me he reido con Cela y Umbral, gracias Luis por tu frescura y tu imaginación.

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