Este Relato quiero dedicárselo a mi amiga
Gladys.
Gladys es una de esas personas de las que uno se siente orgulloso
teniéndola en su lista de amigos. Su curriculum es envidiable. Licenciada en
psicología con dos máster. También es filóloga, logopeda, historiadora y una
experta en antigüedades. Pero sobre todo, lo que más dice de ella es la calidad
humana que posee. Muchas veces, presumimos de ser empáticos aunque a la hora de
la verdad no lo somos tanto. De Gladys, no puedo decir lo mismo. Ella lo es en
todo momento y tiene la cualidad de meterse dentro de cada persona, hasta dar
con la raíz del problema que en ese momento tenga. Durante dos noches a la
semana colabora con una ONG de esas que tienen sus teléfonos operativos las
veinticuatro horas y que se dedican a intentar solucionar los diferentes problemas
de la gente que llama. Había atendido tres llamadas. Una para solicitar ayuda
alimenticia, otra la de un alcohólico que acababa de recaer y estaba lleno de
remordimientos después de beberse una botella de vodka y una tercera llamada,
la de un <<sin papeles>> para pedir ayuda con un trabajo y un sitio
donde poder dormir, que Gladys solucionó facilitándole una dirección donde
seguramente pudieran ayudarle.
Por lo demás, la noche estaba siendo
<<suave>> que era así como definían la jornada que no tenía mucho
movimiento. Eran casi las cinco de la mañana y en un par de horas vendría el
relevo. Luego se iría a casa, y después de una ducha tendría que ir a su
consulta. Por la tarde, de dos a cinco aprovecharía para recuperarse con una
pequeña siesta. Sonó el teléfono. —Buenas noches mi nombre es Gladys, en que
puedo ayudarle. — ¡Voy a quitarme la vida! Ya no aguanto más. —Quien hablaba
era una mujer. Su voz entrecortada por el llanto transmitía desesperación.
Cualquier otra persona que hubiera atendido esa llamada se habría puesto
alerta. Gladys no. Ella sabía casi con toda seguridad que lo único que
necesitaba esa mujer era que alguien la escuchara, ya que si de verdad hubiera
decidido desaparecer, no hubiera llamado a ningún sitio.
Gladys comenzó
preguntándole cual era el motivo por el que quería hacer esa locura. Así pudo
saber que la causa eran las continuas infidelidades de su marido y una amante
que él tenía a la que dedicaba todo su tiempo, sintiéndose ella una esclava de
la casa y de sus hijos. Con mucha sutileza Gladys fue conduciéndola a
diferentes conversaciones y al final, cosas de la vida, acabaron hablando de
recetas de cocina. Se encontraba tan bien conversando con Gladys que incluso le
dio la receta de las “patatas a la importancia” insistiendo que si las hacía
tal y como le había indicado, quedaría de fábula con sus comensales. Antes de
colgar, la mujer prometió llamar otro día para dar a Gladys la receta de un
postre. Cuando acabó su turno, de camino a casa, Gladys llevaba esa conversación en su cabeza. A veces, los
grandes problemas se pueden solucionar con tan solo saber escuchar. Sonrió y
subiéndose el cuello de su abrigo continuó su camino después de haber pasado,
una noche más.
Luis
Renedo.
Tu amiga te agradecerá tanto como nosotros estas letras. Un abrazo Luis.
ResponderEliminar!Me ha encantado Luis!
ResponderEliminarGracias por compartirlo con todos nosotros.
Un besazo.