-Me
encanta hablar y contar historias, yo también escribo ¿sabes?- me dice mi amigo
socorrista, con el que inexplicablemente tengo un montón de cosas en común.
-Pues
a mí me fascina escuchar, así que soy toda oídos.
-Empecemos
entonces:
El
padre de Drácula (le llamaremos así, aunque no era su verdadero nombre), era el
rey de Transilvania.
Por
aquellos años, los turcos andaban conquistando esas tierras.
Invadieron
el castillo y mataron a sus padres, delante de sus ojos y de los de su hermano
menor.
A
los chicos les perdonaron la vida, con el propósito de que Drácula fuera algún
día rey.
Pero
el chaval creció lleno de odio y resentimiento.
Aún
así, disimuló su rencor y llegó a ser soberano de Transilvania.
-¿Pero
es cierto que bebía sangre?- le corto.
Es
que la incertidumbre me puede…
-Todo
a su tiempo- me sonríe.
No
si al final voy a tener que pegarme en la boca un esparadrapo de esos que
utiliza en la pisci para callarme un
ratito…
En
fin, miro a las chiquillas que chapotean felices en la piscina y me evaporo
como por arte de magia, a un lugar tenebroso, a una historia inquietante y al
agridulce sabor de una elaborada venganza.
Mamen Manzano
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