Nadie en varios
kilómetros a la redonda sabía decir su nombre y sin embargo todos podían
dibujar su afable sonrisa, describir su inmensa bondad, recordar su ilimitada
sabiduría.
Todos los habitantes de varios kilómetros a la redonda iban a echarle de menos durante mucho tiempo y por eso el silencio era ya absoluto y la lógica alegría fue eclipsada por su brusca ausencia, a pesar de ser una fecha mágica, aun tratándose de la gran noche de los niños.
Y serían los niños precisamente los que más lo extrañarían, los que ya no oirían nunca más sus cuentos, ni pasearían cogidos de su mano firme y experta.
Todos los habitantes de varios kilómetros a la redonda iban a echarle de menos durante mucho tiempo y por eso el silencio era ya absoluto y la lógica alegría fue eclipsada por su brusca ausencia, a pesar de ser una fecha mágica, aun tratándose de la gran noche de los niños.
Y serían los niños precisamente los que más lo extrañarían, los que ya no oirían nunca más sus cuentos, ni pasearían cogidos de su mano firme y experta.
Su nieto, nunca
podría olvidar, por larga que fuera su existencia, que el abuelo, una fría
noche de invierno, se cansó de jugar a la vida y sin recoger sus cosas ni
despedirse, se fue con los reyes magos, a Oriente.
Ángel Utrillas
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